viernes, junio 08, 2007

La muerte de Mozart

Si hace unos meses dediqué un espacio al Mozart escatológico, hoy voy a hablar de un tema mucho menos divertido, pero sobre el que se han vertido ríos de tinta: la misteriosa muerte de W. A. Mozart. Para ello, contrapondré las tres versiones más populares acerca de la muerte del genio. El saber no ocupa lugar, así que... continuad leyendo, que no cuesta nada:

-La leyenda: según ésta, en agosto de 1791 se presentó ante Mozart un misterioso mensajero que le entregó una carta sin firmar, la cual contenía una singular petición: un desconocido mecenas encargaba a Mozart la composición de una misa de réquiem. Quiso la casualidad que el gran genio muriera sólo unos meses después de dicho encargo (5-diciembre-1791), y como consecuencia de ello muchos biógrafos quisieron sacar partido del simbolismo que encerraba el Réquiem. Niemetschek fue pionero en esto de la “teoría de la conspiración”, pues según cuenta «el mismo día de su muerte, Mozart ordenó que le llevaran las partituras a la cama, repasó a fondo cada partitura y exclamó: “¡No predije que estaba escribiendo este réquiem para mí!”». Lo curioso de todo esto es que el tal Niemetschek ni siquiera estuvo presente en el lecho de muerte de Mozart.
Esta teoría se completa con el mito del envenenamiento. Puesto que Mozart gozaba de una aparente buena salud hasta pocos meses antes de su fallecimiento, los periódicos de la época comenzaron a especular con la hipótesis del envenenamiento. Incluso varias décadas más tarde la opinión pública llegó a tener la absoluta convicción de que fue el maestro Salieri quien envenenó a Mozart. Perfecto argumento para una novela negra (seguro que se pueden contar por cientos).

-La película de Milos Forman «Amadeus»: El guionista de este notable film (la Academia de Hollywood le otrogó 8 Oscar) se inspira un poco en todo lo que dice la leyenda, pero centrándolo en la figura de un envidioso Salieri, que es quien hace las veces de narrador en «Amadeus». Por cierto, si tienen pensado ver la película algún día... no sigan leyendo este apartado, pues aquí me voy a dedicar a destripar el final sin ninguna contemplación. Según «Amadeus», es Salieri quien premeditadamente provoca la muerte de Mozart, pero no por envenenamiento, sino por locura. A saber, Salieri se siente ridiculizado por Mozart, así que piensa vengarse de él. De esta manera, tras la muerte de Leopold Mozart (el padre déspota del genio) Salieri se planta en la puerta de la casa de los Mozart ataviado con una capa negra y una máscara de carnaval, “casualmente” idéntica a la que llevaba Leopold Mozart en una fiesta de disfraces vienesa (más o menos, como una fiesta ibicenca de las de ahora, pero con ropas más formales). Rodeado de un áurea misteriosa, Salieri le encarga a Mozart la composición del famoso Réquiem “para honrar la muerte de alguien que merece un funeral digno”. A partir de ese momento, Mozart se obsesiona con el Réquiem y no sale de casa para nada; se alcoholiza y acaba volviéndose un tanto huraño (vamos, que acaba como una regadera) Salieri es consciente del deterioro de Mozart y presiona al compositor (disfrazado otra vez de “mensajero” con capa y máscara) con el propósito de atormentar su alma. Ya después del estreno de “La Flauta mágica”, Mozart cae súbitamente enfermo. Salieri lo lleva hasta el hogar de los Mozart y le presiona para acabar la composición del Réquiem desde la cama, agotando toda su energía y conduciéndolo hasta la muerte. Una muerte muy poética, por cierto (¡y sin envenenamiento!).-Lo que dicen los biógrafos (the fuckin’ truth): Ciertamente, Mozart recibió el encargo de realizar una misa de réquiem, pero ni fue un misterioso espectro el que le pidió que lo compusiera vaticinando su propia muerte, ni el envidioso de Salieri confabuló para acabar con la vida del compositor de Salzburgo. El mecenas que encargó el Réquiem fue el conde Walsegg, compañero de la francmasonería y conocido de Mozart quien encargaba obras a prestigiosos compositores para luego copiarlas e interpretarlas como si fueran creaciones propias en sus conciertos privados. La esposa del conde Walsegg había fallecido ese mismo año, de modo que le encargó el Réquiem en su memoria. Vamos, que W. A. Mozart se vendió al mejor postor, nada más.
En cuanto al repentino deterioro de la salud de Mozart, éste no se debió ni al envenenamiento, ni a la locura (no del todo). La enfermedad final de Mozart fue un ataque de fiebres reumatoides agudas agravado, eso sí, por sus trastornos mentales. Para colmo, la medicina puntera de la época se basaba en las sangrías (que no consistía en atiborrar al paciente de vino con zumitos). Los médicos de Mozart redujeron su resistencia corporal sangrándolo (o desangrándolo) sucesivamente, llegando probablemente a causarle una infección del torrente sanguíneo debido a sus instrumentos sin esterilizar.Y eso es todo amigos. La muerte de Mozart no tiene más misterios que los de una mala praxis médica combinada con la puñetera coincidencia de la simultánea composición del Réquiem.

Las fuentes de mi sabidurida:
«Mozart’s Sickness unto Death», de John M. Optiz.
«Mozart», de Peter Gay.
Film «Amadeus», de Milos Forman.

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