martes, septiembre 18, 2007

Human Senses

Bajo por las escaleras de mi edificio y a la altura del segundo piso un olor a comida recién hecha se me pega en las células del epitelio nasal. Lo curioso es que son cerca de las dos de la tarde, no he probado bocado desde el desayuno y, sin embargo, dicho olor me hace sentir una leve repulsión hacia lo que esté cocinando la señora del moño que vive en el segundo.

En cambio, cuando voy a casa de un familiar o un amigo, aunque huela a que están cocinando rara vez siento ese rechazo. Y ya no les digo si se trata del hogar propio de uno. En mi casa, ya pueden estar haciendo puré de patatas, col o madejas que nunca me resultará desagradable el aroma.

El sentido del olfato está estrechamente vinculado con el subconsciente y con los entresijos más oscuros y remotos de la mente. En un programa del canal abc ponían el ejemplo de una joven que había tenido alguna mala experiencia con las lentejas (indigestión, supongo) y que le ponían un plato de dicha legumbre delante de las narices, y a la pobre le daban arcadas, sudores y temblores.

Pero no es el caso, la vecina del segundo bien podía estar haciendo un exquisito estofado de ternera para chuparse los dedos, que a mí me seguiría dando asquito de sólo olerlo. Puede deberse a la inmediata relación de elementos que, de modo automático, realiza nuestro cerebro: es decir, si la vecina del segundo, en vez de sus sesenta y pico años, su moño y sus gafas con cristales oscuros, fuese una estupenda muchacha de veinticinco años, simpática y risueña, pues sus estofados y sus torrijas con canela me olerían a gloria. Eso está fuera de toda discusión.
Leyendo, uno se entera de que el olfato (frente a la vista o el oído) es un sentido más subjetivo que objetivo. Automáticamente me viene a la memoria una frase del gran Chumi Chúmez que decía algo así: «Esto es como un pedo, que sólo le hace gracia a quien se lo tira». Pues eso.

Y ¿nunca os ha sucedido que oléis el aroma de un caramelo, un perfume o cualquier otra cosa, y os vienen a la memoria una serie de remotos e intensísimos recuerdos? Pues sí, a eso se le llama «efecto Proust», y se debe al hecho de que los recuerdos asociados a olores no lo son tanto de hechos o acontecimientos, cuanto de emociones. Y, para colmo, tales recuerdos se mantienen en la memoria durante mucho más tiempo que los asociados con otros sentidos. Así por ejemplo, el olor a yodo (betadine) me recuerda amargamente a los días que estuve ingresado en el hospital por una operación de cúbito y radio (1.993); el olor a la colonia Chispas aún me hace retroceder unos años más, cuando iba a la guardería. Y, en el momento menos pensado, un olor concreto nos puede devolver a la memoria recuerdos de la infancia que habríamos creído muertos para siempre.

También es sumamente interesante el efecto de los olores y el olfato en nuestro comportamiento sexual, ya saben eso de las feromonas y de que cada persona tiene un olor distinto que le identifica, como una huella dactilar. O sea, como en el libro «El Perfume»: todos olemos a algo, es imposible que una persona no huela a nada y, además, ese olor es único. Y es que, el olor puede estar estrechamente vinculado en las relaciones interpersonales, puede influir de manera decisiva en si tal o cual persona nos cae mejor o peor o, incluso, en el enamoramiento más súbito, pues las feromonas, son elementos claves en la atracción sexual en diversas especies animales.

Así pues, podría cobrar un nuevo significado el contenido de la nota que le hizo llegar Napoleón a Josefina horas antes de regresar a París: «Llegaré a París mañana por la noche. No te laves».

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Un post muy interesante y muy bueno!

Shinnee dijo...

Eso es lo que le dijo? Yo no había llegado a oir nunca el final, pensé que era como el chiste de "van mahoma y jesucristo en un seiscientos..."

En fin, me veo rememorando la india cada vez que pase cerca de los efluvios de una boñiga de vaca XD

Bocaseca woman dijo...

Últimamente he estado leyendo los libros de "Érase una vez... el cuerpo humano" y precisamente hablaban del efecto Proust. Vamos, no lo nombraban, pero hablaban de cómo el olfato estaba relacionado con la memoria. Es impresionante lo que aprendes con esos libros xD

También hablaba de que las ganas de vomitar están relacionadas con los sentidos: cuando hueles algo desagradable, e incluso ves imágenes desagradables, o estas mareado (por culpa de una mala percepción de las posiciones, lo que tendría que ver con el oído), o algo que tiene un sabor desagradable, te produce ganas de vomitar.

Y lo de que cada persona tiene un olor característico es verdad, y no sólo por el perfume o desodorante que usen.

Buen post ;)

Lord Derfel Cadarn dijo...

Jeje, me alegro de que os haya gustado este post didáctico. A ver si encuentro otra causa que me motive lo suficiente como para dedicarle otra entrada de análoga factura.

Saludos!!

Shirayuki Hanami dijo...

:D Muy interesante, aunque ya había visto yo algún documental de esos... y lo que dices es cierto, cada persona tiene su olor, por eso hay determinadas empresas perfumistas que por un "módico" precio te analizan el olor corporal y te crean un perfume a medida...

Y lo cierto es que yo me echo perfumes y luego se los huelo a otra persona y no es lo mismo. No al primcipio, cuando sólo huele a perfume, sino al cabo de un rato, hueles la muñeca de alguien que se haya ecado ese mismo perfume y no huele igual...

Y por otro lado, a mi los olores a comida no me dan asco en ningún momento (a no ser que sea una comida que no me guste), quizá porque como no conozco casi a mis vecinos no los identifico... para mi esos olorcillos son como un juego, a ver si adivino qué están cocinando... y en casa igual, nada más llegar a la hora de comer adivino qué va a ser por el olor... Lo malo es cuando la vecina ha hecho pollo asado, o ternasco con patatas, o pizza... y descubres que tu madre ha hecho borraja o judías verdes, en fin...

Y Napoleón era un cochinoto, hombreya...